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La tarde ha traído tormenta y me he refugiado bajo el toldo de uno de los pequeños atraques de los barquitos que vienen de la isla de Tabarca cargados de turistas.
De repente entra uno por la bocana y se dirige directamente hacia mí. No es muy grande. Antes de quitarme de en medio hago una cuantas fotos. En la proa se adivina la figura del barquero. La luz es mágica y el momento también.